Pocos entre nosotros no somos conscientes personalmente de la angustia de la infertilidad, ya sea por nuestra propia experiencia o por la de un amigo cercano o familiar. Tanto como psicólogo clínico como esposo que logró la fertilización con éxito con mi esposa, lo que resultó en el nacimiento de un niño y una niña gemelos, he visto el problema desde ambos lados. Está tan extendido que en 1998, la Corte Suprema dictaminó que las condiciones que interfieren con la reproducción constituyen una discapacidad según la definición de la Ley de Estadounidenses con Discapacidades.
En 2002, el Centro para el Control de Enfermedades descubrió que 7,3 millones de mujeres de entre 17 y 44 años tenían un impedimento significativo para concebir y llevar un bebé a término. Se estima que 2 millones de parejas experimentaban infertilidad, definida como incapacidad para concebir a pesar de intentarlo durante los 12 meses anteriores. Podemos estar seguros de que esos números solo han aumentado. También es importante enfatizar que donde anteriormente se consideraba que la infertilidad era un problema femenino, la investigación ha determinado que al menos la mitad de las veces, los problemas son de naturaleza masculina.